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De un Añalejo Pagano
A LA COLECCIÓN DE CALENDARIOS DE NICOLÁS DOS SANTOS
“A partir de ese momento, mi
calendario dejó de estar marcado por etiquetas como lunes, sábado o agosto y
pasó a estar conformado por nombres de países, de personas, de historias. Mi
vida se convirtió en un gran viaje y, a la vez, en una colección […] de días de
todo tipo”. Del prologo de “Días de
Viaje” de Aniko Villalba.
E
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n el océano de la vida, este amigo mío es la línea
de la costa en el horizonte cuando las mareas arrecian y azotan con sus
tormentas de olvido y soledad. Desde el descanso de la puerta de su casa,
tardes enteras de charlas y filosofías de adolescencia eran la eternidad, en una
instantánea de nuestras vidas para coleccionar.
No es del todo cierto, como tampoco del todo mentira,
que creo conocerlo. A veces, casi de memoria y sin necesidad de palabras. Así,
desde siempre. Desde que nos conocimos. Casi arriesgaría que desde antes de
nuestras vidas, desde otras épocas u otros universos. En otras ocasiones,
transfigurados en lo que el tiempo nos trajo en su marea, no.
Pero digamos más bien que lo adivino, precaria y
borrosamente, como adivina el mar en su rítmica, el dibujo que dejan las olas
sobre las arenas del tiempo. Y entonces, entre pleamar y bajamar, medianoches y
medios días, y entre cumpleaños y años nuevos y fiestas de guardar, el mar me trajo
hasta uno de sus puertos seguros, sus modernos añalejos paganos, la colección
de calendarios de bolsillo de Nicolás dos Santos.
Si mayormente podríamos convenir que un almanaque,
agenda o anuario, mide, muestra, determina o encasilla, los días, meses y
semanas de un año, para NdS, no. De todas las formas habituales que los humanos
solemos transformar y resignificar los objetos que nos rodea, como él se apropió de estos rectángulos de
cartulina ilustrada, no deja de sorprenderme. Es esa forma, la que, como en
todos los órdenes de nuestras vidas, nos define y distingue. Estos envases de
papel, guardan para él en su grilla, promesas de tiempos prestados, como quien envasa
aires de otros lares, para que cuando le falten, pueda respirar. De un invento
tan humano como medir nuestro transcurrir mientras estamos vivos, el tiempo en
él, devino en reflejar lo que sucede sobre la Tierra, casi, como una
explicación, o mejor, una justificación de nuestra existencia.
Ahora, decir que un calendario de bolsillo, billetera
o cartera, de medidas estándar promedio 6,5 cm por 9,5 cm, usualmente con
puntas redondeadas, a dos caras, una ilustrada, simbólica, seductora, la otra, informativa,
numérica, categórica, es la humanidad en años, es ir un poco lejos.
Pero paciencia. Vayamos al principio, y espero vean,
lo que yo vi. Él, es preciso. A mi, bueno, me sobran firuletes.
Este apóstata de San Gregorio acostumbra repetir que
no es el número lo que tiene importancia para él. Que guardaparques y
protectores de animales de cartón habrá siempre. Que hasta los mentirosos con
imprenta tienen su lugar y su derecho. Que nada de eso es lo que él quiere. Es
que, inevitablemente, tras cartón, para NdS los calendarios denuncian una confabulación
de milenios de acumulación cultural. Necesitamos que la nada que nos pasa sean
sucesos fraccionados y regulares, los nominamos, encasillamos, e intentamos que
no se nos escapen en y con cada respiración. Pero él sabe, que todo eso es sólo
un grito desesperado, que vasta una fecha para que haya un encuentro y las
tinieblas se disipen.
No queda claro y tampoco creo él lo revele, siquiera
que lo recuerde, ni que a nosotros nos gustase que lo haga, el misterio ennoblece
el mito, si sucedió con un calendario en particular, que atesora en un
envoltorio especial, indicando fecha y acontecer, como quien marca la última
pieza de un rompecabezas, por ser el diamante en bruto que le mostró el tesoro
por venir, o fue, más bien, una decisión sesuda, fruto de altas elucubraciones
abstractas, o fue un simple destello de genialidad. Lo cierto es, que un día, luego
de algunos años de acumular cartones por simpatía, pero sin un sentido o
significado, Nicolás descubrió la procedencia, el origen. Y entonces surgieron los
países desde su escondite referencial, que trastocó una colección en otra y transformó
su mundo, en un mundo nuevo.
Sea como fuere, el hecho es que, podría haber sucedido
o elegido, a voluntad o por azar, por cualquier determinante, restricción o
directriz. Seleccionado, recortado o parcializado el universo de las mil formas
convencionales en cualquier subconjunto finito. Adoptado cualquier criterio,
concentrado en cualquier variable de las habituales para estos casos. Pero no. De
un objeto cuya función o uso habitual es el tiempo, él prefirió tomar un
detalle en apariencia menor, casi hasta secundario, y crear una nueva visión, menos
habitual, que ya estaba ahí, pero nadie veía en su dimensión, fantástica, casi
enciclopédica. Y desde acá al asombro, con la pirueta, el giro, la sorpresa, la
diferencia, la genialidad, la fantasía, la forma de ver el mundo que nos rodea,
y la capacidad de tomar algo cotidiano para cualquiera y descubrir en ello un
universo inexplorado.
Si con un rectángulo de largo por alto, ya insinuaba
la titánica odisea de atrapar la línea del tiempo, con los países, la colección
ganó otra dimensión, la profundidad, y lo transportó a las profundidades de la
Historia.
Esa caja prolija y criteriosamente ordenada donde
guarda sus apenas miles, dio un vuelco. Toda la Humanidad en una colección de
calendarios, y de bolsillo. El Tiempo entero en sus manos, como la lámpara en
las de Aladino, con el genio en el preciso instante en que va a cumplirle su
deseo y nosotros con el maravilloso privilegio de poder observar la factura de ese
milagro. Porque de eso se trata. De que simples calendarios de bolsillo puedan
llevarnos a recorre el Mundo sentados en una silla, de la mano de esta
colección que es la mirada particular y personal de NdS.
Porque al fin de cuentas, antropólogos del paso de
los años, sólo lo conozco a él.
Mi amigo de toda la vida.
Adriano
M. Dell’Orco
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Gracias por el texto. Gracias por todo...
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